Un “coruco” o también conocido como correcaminos, es un ave que camina y corre rápidamente, pudiendo alcanzar velocidades de hasta 24 km/h o más, lo que le permite cazar presas veloces.

Nacido en Cuernavaca en 1935, Agustín Díaz empezó a patear balones desde niño.

Con apenas 13 años ya destacaba en equipos locales, y su talento lo llevó pronto a la media cancha de los Cañeros del Zacatepec, uno de los clubes más emblemáticos de Morelos en la década de los 50. Reconocido por su visión de juego, su técnica depurada y su pasión inquebrantable, “Coruco” se convirtió en un símbolo de la garra morelense dentro y fuera del campo.

Su apodo, “Coruco”, pasó a ser sinónimo de entrega y orgullo regional. Pero su historia también tiene un lado trágico: a los 26 años, una leucemia fulminante lo alejó de las canchas, dejando un vacío profundo en el fútbol local.

Para honrar su memoria, el estadio más querido de Morelos recibió su nombre en 1964. Originalmente, era un campo sencillo junto al ingenio azucarero, donde los aficionados disfrutaban del fútbol bajo el sol y con la cercanía del humo del ingenio. Con el paso de los años, el recinto se transformó en un verdadero coloso: su remodelación en 2014 permitió albergar a más de 24 mil almas, manteniendo viva la pasión por los Cañeros y otros equipos visitantes.

Este estadio ha sido testigo de glorias y derrotas, de goles históricos y noches inolvidables. Cada grito de gol, cada ovación y cada bandera en las gradas refleja la identidad de Morelos, uniendo generaciones bajo el espíritu indomable de “Coruco” Díaz.

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