Carlo Acutis es el primer santo pensado para la generación millennial. Un chico normal —jugaba PlayStation,comía pizza, tuvo un humor ligero y corazón grande— que tomó la fe y la subió a la nube mucho antes de que fuera moda. Carlo entendió algo que a veces los adultos olvidan: que lo sagrado también puede caminar en tenis, editar y hablar en lenguaje de internet.
A los 15 años, una leucemia fulminante apagó su vida en 2006, pero encendió un eco que no ha dejado de crecer. Su legado digital —páginas web sobre milagros eucarísticos diseñadas por él mismo— se volvió puente para miles de jóvenes que buscaban una entrada menos rígida al mundo espiritual.
En 2019, sus restos fueron trasladados al Santuario del Despojo, en Asís, y ahí yace tal como era: jeans, sudadera, tenis Nike. Ese detalle sencillo, casi cotidiano, hizo que muchos jóvenes sintieran que Carlo era uno de los suyos; alguien que vivió la fe sin disfrazar de solemnidad.
Por eso se le santifica: porque demostró que la modernidad no está peleada con la trascendencia. Que un millennial también puede ser luz.