La Llorona, la que todos conocemos, es esa mujer dolida por la traición de su esposo infiel. Herida por la desesperación y la rabia, decide cometer el acto más desgarrador: matar a sus hijos como venganza.
Pero existe otra versión, una que se entrelaza con la historia misma de México: la de La Malinche. Algunos dicen que ella es la verdadera Llorona, convertida en símbolo de la traición y el dolor eterno, condenada a vagar por las noches llorando su destino y el de una nación.
Ahora bien, ¿y si La Llorona no fuera una mujer, sino una deidad antigua? En la cosmovisión mexica, el parto y el embarazo eran vistos como una forma de guerra. La mujer que daba vida era considerada una guerrera sagrada, alguien que había triunfado en la batalla de traer al mundo un nuevo ser.
El panteón mexica organizaba los destinos de las almas según su forma de morir: quienes perecían ahogados pertenecían al reino de Tláloc; los guerreros que morían en combate iban al Tonatiuh, para custodiar al Sol; y entre los rangos más altos estaban los jaguares, las águilas… y las mujeres que morían al dar a luz, quienes continuaban su lucha cuidando al Sol en el inframundo.
Por eso, antiguamente, a las mujeres se las enterraba en cruces de caminos: para evitar que los guerreros robaran el dedo medio de su mano izquierda, símbolo de su fuerza, o que los brujos cortaran su brazo izquierdo para usarlo en rituales de hipnosis y sometimiento.
Así, tal vez, La Llorona no es solo un lamento, sino la voz de todas esas mujeres guerreras que murieron creando vida, y cuya energía sigue cruzando los caminos del mundo de los vivos y los muertos.
¿Qué efecto tienen las leyendas sobre la cultura y las tradiciones Mexicanas?








