El sincretismo religioso es la reconciliación o fusión de distintos sistemas de creencias. Surge cuando elementos espirituales externos se insertan en una tradición autóctona y, poco a poco, ambas enseñanzas se entrelazan hasta formar una nueva expresión religiosa, diversa y única.
En el caso de México, las prácticas indígenas no desaparecieron: se adaptaron al catolicismo y permitieron que este nuevo tejido espiritual creciera con fuerza propia.
Hoy, ese cruce sigue vivo. Deidades prehispánicas se reflejan en santos católicos, y figuras como la Pachamama, se asocian con la Virgen María. En los rituales y festividades, antiguas tradiciones se integraron a fechas cristianas: el culto indígena a los muertos se unió al Día de Todos los Santos, y de ahí nacieron nuestras calaveritas, ofrendas y ese colorido que ya es identidad nacional.
Incluso los símbolos ancestrales, como el copal o el pulque, se incorporaron a altares y ceremonias católicas. También se resignificaron objetos rituales —como cuencas usadas para sacrificios— que terminaron empleándose en bautismos y prácticas cristianas.
Un encuentro de mundos que, lejos de borrar el pasado, lo reescribió en una sola tradición.