Durante los últimos años, especialistas trabajaron en muros, torres y fachadas para devolverle vida a este enorme guardián que ha visto batallas, huracanes y siglos enteros de historia.

La restauración incluyó limpieza, consolidación y el uso de materiales tradicionales para respetar la esencia del lugar. ¿El resultado? Un fuerte que respira mejor y está listo para recibir una ceremonia que recuerda el momento en que, en 1825, las últimas fuerzas españolas finalmente se rindieron.

San Juan de Ulúa no solo es un monumento: es un testigo silencioso del último capítulo de nuestra Independencia.

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