Si un tatuaje ya no te late —porque cambió tu gusto, tu historia o simplemente envejeció feo— llega la gran pregunta: ¿lo borras con láser o lo cubres con un cover up? Ambas opciones funcionan, pero cada una tiene sus bemoles.
El láser fragmenta la tinta para que tu cuerpo la elimine, pero requiere varias sesiones y puede dejar inflamación, costras o cambios de color en la piel. Por otro lado, un cover up es rápido y más barato, aunque implica agregar más pigmento y complica un borrado futuro.
La clave está en tu tipo de piel, el diseño y, sobre todo, en acudir con profesionales que sepan lo que hacen. Tu piel tiene memoria… cuídala.