En los recién nacidos, puede ir de 100 a 160 latidos por minuto, ¡como si trajeran un motorcito encendido todo el día! Conforme crecemos, ese ritmo baja: en niños y adolescentes ronda entre 70 y 100, y en adultos lo común es entre 60 y 100.

Lo esencial es conocer tu rango y, si notas cambios extraños acompañados de mareo o dolor, acudir con un especialista. Recuerda: tu corazón tiene su propio estilo, pero siempre debe sonar en armonía.

El dúo perfecto: corazón y pulmones en acción