Seguro te suena la escena: pides una comida pesada y, para “equilibrar”, eliges un refresco sin azúcar. Suena lógico, ¿no? Pero la realidad es que estos productos no son tan inocentes como parecen.

Aunque prometen cero calorías, la mayoría contiene edulcorantes artificiales que engañan al paladar, pero no a tu cuerpo. Según el endocrino Robert Lustig, tu organismo interpreta ese dulzor como si fuera azúcar real y activa al páncreas para liberar insulina. ¿El resultado? Hambre poco después y un desgaste silencioso en tu metabolismo.

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