Debajo de la Nueva Basílica de Guadalupe existe un sistema secreto que pocos conocen: una red de tuberías metálicas creada en 1974 por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. ¿Para qué? Para llevar de forma segura y discreta las limosnas desde las alcancías del templo hasta “el cepo”, una gran alcancía subterránea donde todo se cuenta y se resguarda.
El mecanismo funciona como una aspiradora sagrada que recolecta donativos sin interrumpir el acto de fe de millones de visitantes. Todo está oculto bajo el piso para mantener el misterio… y la seguridad.
Y mientras la nueva Basílica guarda este sistema moderno, la antigua esconde sus propias historias: una zona de criptas que añade un toque más al mito guadalupano.
