A la Generación Z le colgaron la etiqueta de “cristal”, como si fueran frágiles. La ironía es que, en la vida real, son quienes han roto los silencios más pesados y los temas que generaciones anteriores preferían evitar. También llamados Centennial, nacieron entre 1997 y 2012; hoy tienen entre 13 y 28 años y ya están metidos de lleno en el mundo laboral.
Son hijos de la Generación X, un grupo con una visión más estructurada y tradicional. Pero los Z crecieron sin imaginar la vida sin tecnología: internet, smartphones y redes sociales son su oxígeno cotidiano. Por eso, se les reconoce como nativos digitales.
Ese entorno los formó como una generación diversa, sensible y compleja: empáticos, resilientes, creativos, críticos, autónomos, adaptativos e inconformistas. Aprenden solos, se organizan rápido, cuestionan todo y le dan un valor enorme a su salud mental, la autenticidad y el equilibrio entre trabajo y vida. Detestan las jerarquías rígidas, buscan flexibilidad y aman expresarse sin filtros, con humor ácido y memes como lenguaje universal.
No sorprende que brillen en el emprendimiento, la innovación, el activismo, las causas ambientales y el empuje por cambiar sistemas que sienten obsoletos.








