Un estudio pionero de la Universidad de Tokio, publicado en Nature Cell Biology, revela que las canas no serían solo un signo de envejecimiento, sino un auténtico mecanismo de defensa del cuerpo.
Los científicos descubrieron que, cuando las células madre del folículo piloso detectan daños severos en el ADN, dejan de producir pigmento y cambian de función para evitar que mutaciones potenciales deriven en tumores.
En pocas palabras: el organismo prioriza la estabilidad genética antes que el color del cabello durante momentos de alto estrés celular.
Los expertos señalan que se trata de un hallazgo clave para comprender mejor cómo el cuerpo responde al daño celular, aunque por ahora no implica aplicaciones clínicas.