Cada fiesta deja tras de sí humo, residuos tóxicos y un ruido que puede superar los 150 decibelios, suficiente para afectar a personas y animales. Sustancias como perclorato y metales pesados quedan en el aire y el suelo, agravando problemas respiratorios y dañando ecosistemas.
El estruendo también provoca estrés, ansiedad, insomnio y molestias auditivas, especialmente en niños, adultos mayores, personas sensibles al ruido y mascotas.
Expertos recomiendan optar por pirotecnia silenciosa, proteger o alejar a quienes son más vulnerables y buscar formas de celebrar sin lastimar al planeta… ni a nadie más.
El misterio del ruido de Taos ¿Qué es lo que sucede?