Hoy parece obvio, pero hubo un tiempo en que lavarse las manos no era parte de la rutina básica de higiene en un médico. Y ese descuido costaba miles de vidas.

En 1847, el médico húngaro Ignáz Semmelweis notó algo inquietante: las mujeres que daban a luz en hospitales morían más que las que lo hacían en casa. ¿La causa? Los médicos pasaban de autopsias, curaciones y demás, a los partos… sin lavarse las manos.

Semmelweis propuso usar agua con cloro antes de cada procedimiento. ¿El resultado? La mortalidad disminuyó drásticamente, pero su idea fue ridiculizada, hasta que décadas después, la ciencia le dio la razón.

Desde entonces, lavarse las manos se convirtió en uno de los pilares de la salud pública. Actualmente, lo hacemos en casa, en escuelas, en hospitales, pero no siempre con conciencia. Porque no se trata solo de limpieza, si no de prevención.

En tiempos donde los virus y bacterias siguen presentes, lavarse las manos no es una costumbre, es una defensa silenciosa.

Cabe mencionar que, el gel antibacterial ayuda, pero no sustituye el lavado con agua y jabón.

Porque aunque no lo veas, el hábito de lavarse las manos sigue siendo vital para protegerte y proteger a los demás.