Cientos de jóvenes se reunieron y lo que empezó como gritos y reclamos terminó en empujones y tensión máxima.
La policía logró contener un primer choque, pero horas después la bronca se reactivó. ¿El motivo? La imitación de estilos y la defensa de identidades urbanas que, en ese momento, estaban en pleno auge. Durante cerca de cinco horas, la glorieta fue testigo de consignas, miradas retadoras y mucha adrenalina.
Al final, el conflicto terminó con saldo blanco, pero quedó grabado en la memoria colectiva como uno de los episodios más curiosos de la cultura urbana en la CDMX.
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