Cuando miras el cielo de noche, las estrellas parecen simples puntitos brillantes. Pequeñas, tranquilas, casi tímidas.
Un ejemplo clarísimo es el cinturón de Orión, conocido popularmente como “Los Reyes Magos”. Está formado por Alnitak, Alnilam y Mintaka, tres estrellas que no solo se ven a simple vista, sino que están entre las más grandes y luminosas del cielo nocturno.
Estas estrellas se encuentran a cientos o incluso miles de años luz de la Tierra. Y aun así, brillan con fuerza. ¿Te imaginas lo enormes que deben ser?
Alnilam, por ejemplo, es una supergigante azul. Es tan grande que podría tragarse al Sol decenas de veces, y libera tanta energía que lo dejaría completamente opacado. Alnitak y Mintaka, aunque un poco más pequeñas, también son estrellas gigantes, muchísimo más grandes y brillantes que nuestro Sol.
Aquí está la clave que rompe la cabeza: las estrellas no se ven pequeñas porque lo sean, sino porque están muy, muy lejos.
Nuestro Sol, que parece gigante y poderoso desde la Tierra —y que hace posible la vida—, en comparación con estas estrellas colosales, es casi un punto más en el universo.
El cielo nocturno no es silencioso ni simple. Es un recordatorio brillante de lo inmenso que es todo… y de lo pequeño que somos mirando hacia arriba