La llamada “tormenta negra” no es una categoría meteorológica oficial, sino un recurso descriptivo que alude a la intensidad visual y a la fuerte precipitación de un fenómeno local. En contraste, las clasificaciones formales se basan en parámetros medibles, como la velocidad del viento, la actividad eléctrica o el tipo de partículas en suspensión (agua, polvo, entre otras).
Cuando las nubes aumentan su espesor —como ocurre en las tormentas— la luz solar que las atraviesa se reduce o se bloquea casi por completo, lo que les otorga ese característico tono gris oscuro.
En México contamos con nuestro propio sistema de alertas, con categorías bien definidas y criterios técnicos claros, por lo que no es necesario adoptar términos extranjeros que, lejos de informar, generan confusión y alarmismo.