Los perros pueden escuchar frecuencias de hasta 60,000 Hz, una capacidad que convierte la pirotecnia en una experiencia profundamente dolorosa para muchos de ellos. Ese estallido que a nosotros nos parece festivo, para ellos puede detonar ansiedad, aumento de presión, temblores, pupilas dilatadas, respiración acelerada, salivación excesiva, agotamiento súbito, convulsiones… e incluso la muerte.
En Morelos, sin embargo, la historia cambia un poco. Muchos perros callejeros viven en comunidades donde se acostumbra dejarlos fuera de casa. En ese entorno, y por la forma tradicional en que las familias se relacionan con sus animales, varios de estos perros no reaccionan con miedo. Suelen tener menor sensibilidad auditiva, experiencias previas que no asocian con peligro, buena socialización, temperamento estable… o simplemente un cerebro que interpreta los estruendos de otra manera, sin activar ese miedo intenso que sí afecta a otros.