¿Sabías que cada monumento es más que piedra?

Es una imagen con poder, un símbolo que nos habla de historia, fe, identidad… y hasta de seducción visual.

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En Morelos, así como en el mundo, los seres humanos somos “animales simbólicos”: percibimos y damos forma a nuestras ideas a través de imágenes y monumentos. Desde las pirámides hasta un busto en la plaza, transformamos lo abstracto en real, y lo real en recuerdo.

Estas construcciones destacan por su claridad visual: formas puras, colores definidos, materiales que contrastan con su entorno. Sirven como “llamadas de atención” clásicas —como un oráculo visual que seduce, educa y afirma: “aquí ocurrió algo significativo”.

En la Grecia y Roma antiguas, esto era evidente: en las plazas públicas, los monumentos cívicos transmitían valores patrióticos, hazañas colectivas y respeto al poder. Igual que en Morelos hoy, donde una escultura o mural busca representar a la comunidad, rescatar la memoria y construir identidad.

Además, existe esa doble intención: mostrar la realidad visible y, simultáneamente, esconder un mensaje más profundo, reservado a quienes “leen” con atención. Cada imagen es reverberación cultural: el ojo del espectador se convierte en puente entre presente, historia y percepciones simbólicas.

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