Diversos estudios señalan que no hay una relación directa entre jugar y volverse violento. De hecho, los videojuegos pueden mejorar la coordinación, la memoria y hasta el trabajo en equipo.
Claro, como todo, el exceso nunca es bueno. Pasar demasiadas horas frente a la pantalla puede generar estrés, aislamiento o frustración, sobre todo si se confunden la ficción con la realidad. Por eso, la clave está en el equilibrio: disfrutar del juego sin dejar que te consuma.
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