Estudios recientes revelan que los alimentos ultraprocesados no solo afectan al cuerpo, también alteran el cerebro y pueden influir en el comportamiento.

Estos productos ricos en azúcares, grasas trans y aditivos inflaman el organismo, desajustan la microbiota intestinal y modifican neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, claves para el bienestar emocional. ¿El resultado? Más irritabilidad, menos autocontrol y una montaña rusa de emociones.

Aunque no “crean” violencia, sí pueden hacer que reaccionemos con más impulso o frustración. En cambio, una alimentación equilibrada mejora la concentración, el ánimo y la paciencia .

Así que la próxima vez que el antojo te lleve directo a las papas o al refresco, recuerda: también estás alimentando tu mente.

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