Ocurre cuando una capa de aire caliente queda encima de una más fría cerca del suelo, como si la atmósfera pusiera un “tapón” que no deja que los contaminantes suban y se dispersen. El resultado: partículas y ozono atrapados a nivel de calle, sobre todo en las mañanas.
Este fenómeno se vuelve más común en otoño e invierno por la falta de sol y por el calor que retienen el asfalto y los edificios durante el día. Aunque suele disiparse con el paso de las horas, mientras ocurre aumenta el riesgo de contingencia ambiental y los expertos recomiendan evitar actividades al aire libre, especialmente para grupos vulnerables. En casos severos, incluso pueden aplicarse restricciones de circulación para reducir emisiones.
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