La historia del Estadio Azteca comenzó a escribirse al mediodía del 29 de mayo de 1966, cuando se inauguró oficialmente con la develación de la placa conmemorativa y una ceremonia al centro del campo. A partir de ese momento, el “Coloso de Santa Úrsula” se convirtió en el corazón del futbol mexicano.
Dos años después, en octubre de 1968, el Azteca volvió a brillar al recibir los XIX Juegos Olímpicos. Ahí, la Selección Mexicana firmó una actuación histórica en futbol, venciendo a Colombia y quedándose con un cuarto lugar que, por 44 años, sería su mejor resultado olímpico.
La década de los setenta trajo una explosión de talento juvenil y el surgimiento de clubes que marcaron época. En sus pasillos y su cancha convivieron América (desde 1966), Cruz Azul (1971-1996), Atlante (1966–80’s), Necaxa (1966-1971, 90’s) y Atlético Español (1971-1982). Cada uno dejó su propio capítulo en la memoria del estadio.
En 1970, México organizó uno de los mundiales más recordados: pulcro, vibrante, inolvidable. Por primera vez se usaron las tarjetas para sancionar faltas y se permitieron dos cambios por partido, marcando un antes y un después en el reglamento.
El Mundial de 1986 reafirmó al Azteca como templo sagrado. Fue la casa de los partidos decisivos de Argentina, donde Diego Armando Maradona tocó la cima de su carrera. Ahí se escribió el gol más bello de la XIII Copa del Mundo y se jugó aquel legendario Argentina–Inglaterra de cuartos de final.
Hoy, el futuro vuelve a llamar a la puerta: México será sede del Mundial 2026. La pregunta es simple, casi como un latido previo al silbatazo inicial: ¿estamos listos para hacer historia por tercera vez?
