Una masiva marcha ciudadana, encabezada por la Generación Z, que avanzaba de forma ordenada y pacífica hacia el Centro Histórico de la Ciudad de México se vio ensombrecida por la acción de un grupo de provocadores e infiltrados.

Según los organizadores, el objetivo de estos grupos era doble:

Generar acciones violentas para acusar a los manifestantes pacíficos de violentos.

Crear un pretexto para que las fuerzas de seguridad justificaran una respuesta violenta.

Los encapuchados, identificados como ajenos a las familias, jóvenes y ancianos que participaban en la marcha, escalaron las vallas de tres metros que resguardaban Palacio Nacional. A pesar de ser repelidos inicialmente con extintores, lograron derribar planchas de metal.