¿Ceibas en la ciclopista de Río Mayo?

En Morelos no solo tenemos historia en cada rincón, también un árbol que parece salido de un mito: la ceiba, o pochote, símbolo de vida y unión. ¿Lo conocías? Quédate y descubre por qué este gigante verde sigue marcando nuestra identidad.

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La ceiba ha acompañado a los pueblos mesoamericanos desde hace miles de años. Imponente y sagrada, se dice que conecta el cielo, la tierra y el inframundo. Y no es exageración: puede alcanzar hasta 70 metros de altura y vivir más de 150 años.

En Morelos, este árbol no solo es un guardián espiritual. Su tronco espinoso sirvió para fabricar canoas; sus fibras, conocidas como kapok, se usaron en colchones y como aislantes; y sus vistosas flores alimentan a murciélagos y polinizadores. Todo en él tiene un propósito: desde las semillas comestibles hasta su sombra, que todavía hoy resguarda a familias enteras en comunidades rurales.

Sobre la ciclopista de la avenida Río Mayo crecen jóvenes ceibas, árboles sagrados que acompañan el andar de los morelenses. Ya sea en un paseo familiar, corriendo, o compartiendo el momento con la mascota, los visitantes disfrutan de la sombra y la presencia majestuosa de estos árboles.

La medicina tradicional también lo aprovecha. Corteza, hojas y tallos se han usado para curar heridas, aliviar dolores o tratar problemas de piel. Y aunque sus raíces parecen levantar la tierra, en realidad nos recuerdan que este árbol está profundamente conectado a lo más sagrado.

Para los mayas, era el árbol de la vida. En Morelos, sigue siendo un emblema de grandeza, unión y abundancia. Bajo su copa aún se dejan ofrendas: flores, miel o monedas, como muestra de respeto.

La próxima vez que lo veas, recuerda que estás frente a un ser sagrado.

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