La apnea del sueño es un trastorno común que afecta la calidad del descanso nocturno de millones de personas en todo el mundo. Se caracteriza por interrupciones repetidas en la respiración durante el sueño, lo que genera que las personas se despierten de manera involuntaria, provocando que el ciclo del reposa se fragmenta.
Aunque puede pasar desapercibida por síntomas como ronquidos intensos o somnolencia diurna, su impacto va más allá del cansancio, pues altera el equilibrio fisiológico del cuerpo. A continuación, exploraremos lo que dice la medicina sobre las repercusiones de ignorarla.
¿Por qué se origina la apnea del sueño?
Surge principalmente por dos mecanismos: obstrucción física de las vías respiratorias o fallos en el control cerebral de la respiración. La apnea obstructiva ocurre cuando los músculos de la garganta se relajan excesivamente durante el sueño, causando que los tejidos blandos colapsen y bloqueen el flujo de aire. Factores como la obesidad, envejecimiento, tabaquismo, consumo de alcohol y anomalías anatómicas la hacen más grave.

Por otro lado, la apnea central que suele ser menos común, ocurre cuando el cerebro no envía señales adecuadas a los músculos respiratorios, y a menudo se le asocia a condiciones cardíacas o neurológicas como insuficiencia cardíaca o accidentes cerebrovasculares. Genéticamente, hay una predisposición familiar, y factores ambientales como el estrés crónico que pueden agravarla.
¿Existen consecuencias graves si no se trata la apnea del sueño?
Las pausas respiratorias provocan hipoxia intermitente (bajos niveles de oxígeno en sangre), lo que estresa el sistema cardiovascular y eleva el riesgo de hipertensión, arritmias e infartos. Algunos estudios vinculan la apnea obstructiva no diagnosticada con un 30 porciento de probabilidades mayores para desarrollar diabetes tipo 2, debido a la resistencia a la insulina inducida por el estrés oxidativo.
Asimismo, fragmentar la fase REM del sueño, puede incrementar el riesgo de depresión, ansiedad y deterioro cognitivo, como en la enfermedad de Alzheimer. Además, duplica las posibilidades de accidentes viales por somnolencia diurna y debilita el sistema inmune. En casos extremos puede ser fatal, contribuyendo al aumento de un 50 por ciento de mortalidad prematura en pacientes con comorbilidades.
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