Especies como el colibrí corona violeta, con su plumaje brillante que parece pintado por un artista, o el piquiancho, con pico rojo y pecho azul intenso, sobrevuelan jardines, matorrales y bosques en busca de néctar. Su presencia no solo embellece el paisaje: indica que los ecosistemas aún respiran.
La diversidad de vegetación en el estado —desde coníferas hasta pastizales— crea el hábitat ideal para estas especies, algunas de ellas exclusivas de México. Además, campañas de observación promovidas por autoridades culturales están ayudando a que más personas descubran, estudien y protejan a estos seres mágicos.
El sacrificio de la abeja melipona, ¡conócela!