La Bruja de Blair: el terror real que revolucionó el cine independiente
En 1999, una película cambió para siempre la forma de contar el miedo. The Blair Witch Project, dirigida por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, fue un experimento audaz que mezcló ficción y realidad hasta borrar sus límites. Con un presupuesto de apenas 60 mil dólares, logró recaudar más de 248 millones en todo el mundo, convirtiéndose en un fenómeno cultural sin precedentes.
El rodaje duró solo ocho días, en octubre de 1997, en el bosque de Seneca Creek, cerca de Burkittsville, Maryland. Los tres protagonistas —Heather Donahue, Joshua Leonard y Michael C. Williams— usaron sus nombres reales y no contaban con un guion tradicional. En su lugar, recibían instrucciones diarias en sobres sellados, sin conocer lo que ocurriría a continuación. El equipo de producción los dejaba solos en el bosque, con poco alimento y señales mínimas de contacto, para provocar reacciones genuinas de miedo, cansancio y desesperación.
Filmada con cámaras Hi8 y 16 mm, su estética cruda reforzó la ilusión de un documental auténtico. Pero el verdadero golpe de genialidad vino con su campaña de marketing: una página web creada por los directores mostraba supuestos reportes policiales, entrevistas y fotografías de los jóvenes “desaparecidos”. Miles de personas creyeron que la historia era real.
Presentada en el Festival de Sundance, La Bruja de Blair se convirtió en un símbolo del cine independiente y del terror psicológico. Su éxito no solo redefinió el género del found footage, sino que inauguró una nueva era en la promoción digital de películas. Más de dos décadas después, sigue siendo un referente por su ingenio, su crudeza y su capacidad para demostrar que, en el cine, el miedo más profundo puede surgir con una cámara, un bosque y una buena historia.
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