La alergia al polen, conocida como fiebre del heno o rinitis alérgica, afectan a millones de personas en el mundo. Este fenómeno ocurre cuando el sistema inmunológico identifica erróneamente al polen, una sustancia inofensiva, como una amenaza.
El polen es liberado por plantas, árboles y hierbas, es transportado por el viento y puede entrar en contacto con las mucosas nasales, oculares o pulmonares, causando problemas como estornudos y otras reacciones. En la temporada primaveral suele haber mayor presencia de este polvo.
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Causas que originan la reacción de alergia al polen
Cuando una persona alérgica inhala polen, su sistema inmunológico produce anticuerpos, los cuales desencadenan la liberación de histaminas. Estas sustancias provocan síntomas como estornudos, picazón, congestión nasal y ojos llorosos.
La predisposición a las alergias es influenciada por factores genéticos; si uno o ambos padres son alérgicos, la probabilidad de desarrollar alergias aumenta. Además, la exposición constante al polen en ambientes con alta concentración, como áreas rurales en primavera, puede sensibilizar a las personas.
Factores ambientales, como la contaminación, también pueden agravar las reacciones al alterar la estructura del polen, haciéndolo más alergénico.
Las alergias al polen son más comunes en ciertas épocas del año, dependiendo de las plantas locales. Por ejemplo, los árboles polinizan en primavera, mientras que las hierbas lo hacen en verano. Aunque no hay cura, los síntomas pueden controlarse con antihistamínicos, descongestionantes o inmunoterapia.
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