A todo lo que implica el proceso emocional y los cambios físicos, se suman problemas como la mastitis, una inflamación del tejido mamario.

Los síntomas más comunes son: enrojecimiento, sensibilidad y dolor intenso en los senos, fiebre alta y, en muchos casos, infección. Si no se trata a tiempo, puede aparecer pus y ser necesario un procedimiento quirúrgico para drenar el absceso.

Si estás pasando por algo así, recuerda que no estás sola. Existe solución tanto para ti como para tu bebé. Lo más importante es acudir con un especialista en salud para que te valore y te dé el tratamiento adecuado.

Sí tienes grietas en el pezón o tu bebé tiene problemas de agarre que hacen que pases mucho tiempo sin amamantar, mantén la calma. Busca asesoría y apóyate en una red que te brinde acompañamiento emocional y práctico.

La lactancia también se aprende: prepárate desde el embarazo