¿Y a ti quién te enseña a calmarte cuando haces berrinche siendo adulto?
De pequeños nos enseñaron a respirar, contar hasta diez… ¿Pero qué pasa cuando el adulto somos nosotros?
La autorregulación es una herramienta clave en la vida adulta. No es solo controlar el llanto: es reconocer lo que sentimos, decidir cómo actuar y no explotar cada que algo nos frustra.
Esto influye directo en nuestras relaciones, en el trabajo, en casa, incluso al volante. Porque sí, el control emocional, cognitivo, conductual y motivacional se entrenan.
Control emocional es saber pausar antes de responder. El cognitivo, enfocar la mente y no dejarla divagar. El conductual, elegir no reaccionar con gritos. Y el motivacional, persistir incluso si las cosas no salen como queremos.
No se trata de reprimirnos, sino de aprender a responder, no a reaccionar. La autorregulación no se hereda, se trabaja. Y cuanto más lo hacemos, más libres somos de lo que no podemos controlar: los errores de otros, sus ideas, sus juicios.
Como muestra el “Círculo de Control”: lo único que de verdad puedes dirigir… eres tú.
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