La violencia no siempre empieza con golpes. Muchas veces se esconde en actitudes cotidianas:
- Control excesivo: revisar tu celular, decidir con quién hablas o a dónde vas.
- Humillaciones: burlas, insultos o críticas constantes.
- Manipulación emocional: hacerte sentir culpable por todo.
- Miedo: si temes la reacción de tu pareja o familiar, no es normal.
La ciencia y la psicología coinciden: cuando una relación genera miedo en lugar de confianza, estamos frente a violencia.
Una relación sana se basa en respeto y apoyo. Si lo que vives te limita, te lastima o te hace sentir menos, no es normal. Reconocerlo es el primer paso para pedir ayuda. La violencia nunca debe justificarse como “celos”, “amor” o “costumbre”.
Identificar la violencia es fundamental. Porque lo que parece normal, puede ser un ciclo que daña tu vida. Recuerda: la violencia nunca es amor, y nunca es normal.
Mitos y realidades del café, la ciencia responde








