El término se usa para describir a mujeres que “aceptan migajas” en una relación. Pero más allá del chisme o la burla, revela una realidad profunda: Mujeres que se conforman con afecto mínimo, atención intermitente y que muchas veces lo hacen desde el abandono emocional, la baja autoestima o el miedo.
Llamar “migajera” a una mujer no solo la ridiculiza, también perpetúa la idea de que su sufrimiento es culpa suya. Es una forma de violencia simbólica que normaliza el abandono y la desigualdad. Y que nos obliga a repensar cómo hablamos y cómo juzgamos.
Cempasúchil: la flor que pinta de vida y color a en otoño