Cuando un ajolote pierde parte de su cuerpo, forma un “blastema”, una masa de células capaces de reconstruir lo perdido. La clave está en un gradiente de ácido retinoico que funciona como GPS celular, indicando si debe crecer un dedo, una mano o un brazo entero. Esta señalización está regulada por la enzima CYP26B1: si se inhibe, el ajolote llega a formar extremidades de más.

Lo más sorprendente es que los humanos también tenemos el gen SHOX, activado por el ácido retinoico y relacionado con el crecimiento de huesos largos. Este hallazgo acerca un poco más el sueño de la medicina regenerativa: que algún día podamos reconstruir extremidades perdidas.

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