Según la ciencia (y hasta la Inteligencia Artificial), quienes duermen entre 7 y 9 horas por noche tienden a sentirse más satisfechos, concentrados y emocionalmente estables.

Pero no todo está en la cantidad: la calidad del sueño lo cambia todo. Si te despiertas a media noche o no logras descansar profundo, tu cuerpo no se repara igual. El resultado: más estrés, menos energía y un humor digno de lunes eterno.

Dormir poco también pasa factura a largo plazo: afecta la memoria, el corazón y hasta la empatía. Así que, antes de buscar la felicidad en otra parte, quizá la respuesta esté en algo tan simple como dormir bien.

Consejo: escucha a tu cuerpo, respeta tus horarios y deja que el descanso haga su magia.

Síndrome del corazón roto: cuando el alma duele y el corazón también