Investigadores en Morelos crían la fase larvaria de la mosca soldado negra como opción alimentaria: “nutricionalmente, comer una larva al ajillo puede equivaler a un camarón al ajillo”, explican. Peso por peso, un kilo de insectos ofrece alta proteína, micronutrientes y ácidos grasos esenciales. Además, quienes lideran el proyecto subrayan que esta especie no está asociada a problemas sanitarios en su manejo controlado.
La clave del proceso es el sustrato: cebada ya usada (residuo cervecero) donde las larvas se enriquecen en nutrientes. Así, la propuesta no solo apunta a la nutrición, sino también a la sustentabilidad, al requerir menos agua y generar menos gases de efecto invernadero que la ganadería tradicional. ¿Se animaría? Si Oaxaca presume chapulines y Chiapas sus gusanos zats, Morelos pone sobre la mesa a la mosca soldado negra.
Plantas medicinales: guía rápida con sus usos, beneficios y remedios