Cuando un perro entra a la tercera edad, su mundo empieza a moverse a un ritmo más lento… y si ponemos atención, su comportamiento revela que ya es un perro adulto mayor. De pronto duerme más horas, ya no corre detrás de la pelota con la misma energía juvenil o se queda mirando la cama antes de subir, como si midiera la distancia. También pueden volverse más sensibles al frío, más pegajosos con sus dueños o un poco gruñones. Estos cambios de conducta son señales claras de envejecimiento canino.

En esta etapa, el cuidado debe ser más consciente y constante. Ofrécele alimentos con mejor olor y sabor para mantener su apetito, una dieta rica en proteína de buena calidad, baños con shampoos adecuados a su pH, y una limpieza dental frecuente. No olvides integrar ejercicio moderado para proteger sus articulaciones.

La clave es simple: evita la sobrealimentación, mantén su cuerpo activo y regálale una vejez digna, amorosa y llena de paciencia. Ellos envejecen con nosotros… y merecen llegar a esa etapa acompañados, cuidados y comprendidos.