Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada siete adolescentes entre 10 y 19 años vive con algún trastorno mental, entre los principales: depresión, ansiedad y conductas de riesgo.
Estudios recientes muestran que los desórdenes de ansiedad en jóvenes de 10 a 24 años han crecido un 52 % desde 1990, con saltos importantes después del 2019. Además, la pandemia aumentó algunos factores como aislamiento, inseguridad y presión social, lo que ha hecho que muchos jóvenes se enfrenten a expectativas ideales —éxito profesional, vida perfecta en redes o cuerpos ideales que difícilmente se ajustan a la realidad. Estas brechas entre lo que se espera y lo que se vive fomentan frustración, baja autoestima y, en ocasiones, adicciones.
El panorama es claro: no basta con sobrevivir, hay que atender. Más que nunca, el acompañamiento psicológico, el apoyo social y la educación emocional se vuelven herramientas esenciales para el cuidado de la salud mental. Esto nos invita a reflexionar y no permitir que esta curva de infelicidad que comienza tan temprano marque el resto de la vida.
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