También llamado Chiconauhmictlán, el inframundo mexica, creado por los dioses Xipetótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, solo llegaban quienes morían de forma natural, sin distinción de rango ni riqueza.
Pero cruzarlo no era fácil, el alma debía superar nueve niveles, cada uno con pruebas simbólicas:
- Itzcuintlan – el río que se cruza con ayuda de un perro.
- Tepectli Monamictlan – montañas que chocan entre sí.
- Iztepetl – cerro cubierto de obsidiana cortante.
- Itzehecayan – viento helado que corta como cuchillas.
- Panchitlani – lugar donde el alma es atacada por flechas.
- Teyollocualoyan – donde el corazón es devorado.
- Teyollocualco – cueva de oscuridad total.
- Izmictlan Apochcalolca – niebla que confunde y desorienta.
- Chicunamictlan – el último nivel, donde el alma se disuelve y alcanza el descanso eterno.
El Mictlán no es castigo, es transformación. Una travesía que honra la vida, y prepara el alma para el descanso eterno. Porque en la cosmovisión mexica, morir es volver al origen.
El maquillaje de Catrina: tradición que se pinta en el rostro
