El síndrome de Tourette es un trastorno neurológico de origen genético y neurobiológico que se caracteriza por la presencia de tics motores y vocales involuntarios, rápidos y repetitivos. Suele aparecer en la infancia, entre los 5 y 10 años, y afecta aproximadamente a 1 de cada 160 niños en edad escolar.
Aunque sólo entre el 10 y 15% de las personas con Tourette emiten palabras o frases socialmente inadecuadas, y la mayoría experimenta tics más simples como parpadeo, movimientos de cabeza, carraspeo o gruñidos.
¿Qué provoca el síndrome de Tourette?
Los tics que presentan las personas que padecen este síndrome pueden empeorar con el estrés, la ansiedad o la fatiga, pero mejoran con la concentración o el sueño. Además del componente genético, se relaciona con alteraciones en los circuitos de los ganglios basales y desequilibrios en neurotransmisores como la dopamina.
Entre el 80 y 90% de las personas con Tourette presentan comorbilidades, siendo las más comunes el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
Impacto en la vida diaria de las personas que padecen el síndrome de Tourette
Mas allá de los tics, es el estigma social y las dificultades emocionales las que pueden afectar a las personas. Muchos niños y adolescentes sufren acoso escolar, baja autoestima y aislamiento. Los tics pueden dificultar la concentración y generar malentendidos. Sin embargo, con apoyo adecuado la mayoría lleva una vida plena; numerosas personas con Tourette destacan en áreas artísticas, deportivas y profesionales.
¿Existe alguna cura para el el síndrome de Tourette?
Cabe recalcar que en la actualidad no existe una cura, pero los síntomas tienden a disminuir significativamente en la edad adulta en más del 70% de los casos. Tratamientos multidisciplinarios como psicoeducación, terapia cognitivo-conductual, y medicación en casos moderados o graves, pueden ayudar a quienes lo padecen.
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