Un estudio de la Universidad Concordia reveló que quienes beben agua envasada podrían ingerir ¡el doble! de estas partículas que quienes toman agua del grifo.
El plástico del envase se va deshaciendo poco a poco —con el calor, la presión o la luz— y termina colándose en nuestro organismo. No se nota, pero ahí queda: acumulándose con cada trago. Los científicos advierten que puede causar inflamación, estrés oxidativo y desequilibrios hormonales.
Así que sí, hidratarse es vital, pero tal vez sea momento de volver al filtro y la botella de acero. Más planeta, menos microplásticos.
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